En las primeras décadas del siglo XX en la Puerta del Sol se respiraba un ambiente muy distinto al actual. Además de ser uno de los epicentros culturales de Madrid, llegando a dar cobijo a catorce cafés, donde se daba cita la intelectualidad de la época, era reconocida por su importante actividad comercial. Esto provocaba que muchas de sus fachadas estuviesen cubiertas por numerosos letreros y anuncios publicitarios. Todos ellos quedaron prohibidos con el paso del tiempo por el Ayuntamiento de Madrid, a excepción de uno, el archiconocido neón de Tío Pepe, convertido ya en todo un símbolo de la ciudad.



Poco queda ya de aquella elegante Puerta del Sol, que ahora observamos en un caluroso día de junio de 1918.