En la década de los años veinte y primera mitad de los treinta hubo una zona muy concreta de la capital que era la más glamurosa y deseada; el lugar perfecto para asomarse, para ver y ser visto. Hablamos del tramo de acera de la calle de Alcalá que abarcan los números 38 y 40 y que ocupaban las terrazas de los cafés Negresco y La Granja del Henar, respectivamente.
Estos lugares, además de establecimientos para consumir, eran puntos donde había tertulias de periodistas, pintores, escritores, e incluso en el Negresco se empezó a desarrollar una de las primeras, que estaba formada únicamente por mujeres como Carmen Ponce de León o Manolita Rosales.
La gente acudía a estas terrazas para sentirse partícipes del Madrid más actual y exquisito. Sólo será necesario un rápido vistazo a los clientes que poblaron aquellas mesas el 1 de mayo de 1935 para entender lo que digo.
Hoy nada queda ya de aquellos establecimientos más que estos bonitos recuerdos de la vida y ambiente que aportaron a ese refinado Madrid